Detalle del fresco La Escuela de Atenas (1509-1511), 550 x 770 cm,

realizado por Rafael en el Palacio Apostólico del Vaticano.

Platón y Aristóteles (en el centro de la imagen) son dos filósofos de la Grecia Antigua considerados los más “modernos”, ya que sus escritos sentaron las bases del pensamiento occidental. Son los representantes del idealismo y el realismo, respectivamente. Este texto expone las principales características de sus formas de pensar.

El mundo según Platón

Platón era racionalista, lo que significa que, para él, la razón era el verdadero fundamento del conocimiento. También se le considera el padre del idealismo, pues defendía que tras el mundo de los sentidos existe el “mundo de las ideas”, el Mundo Verdadero, accesible a través de la razón.

La filosofía de Platón se resume bien en el mito de la caverna, que ilustra que no debemos fiarnos de nuestros sentidos, que sólo perciben una sombra de la realidad. En este mito, se nos presentan “extraños prisioneros” representativos del estilo de vida terrenal. Desde su infancia, han estado encadenados en una cueva oscura, mirando fijamente hacia delante, sin poder volver la cabeza. Lo que ven en la pared de la cueva frente a ellos es la sombra de lo verdadero y bello, del mundo que tienen ante sí.

Análogamente a una proyección cinematográfica, los presos son espectadores de una película que toman por realidad. Viven en un mundo de reflejos y sombras cuyo origen desconocen. Desconocen la existencia de la cabina de proyección, de la salida del cine y, sobre todo, del mundo exterior. Desconocen la verdadera belleza. Pero entonces un prisionero se libera de sus cadenas y sale de la caverna. La luz deslumbra sus ojos. Cuando se acostumbran a la luminosidad, son capaces de contemplar la realidad de la que sólo conocían la sombra. Se da cuenta de que es el sol el que hace visibles las cosas en todo su esplendor.

Platón habla de “formas-modelo” que, iluminadas por el sol del Bien, existen por sí mismas. Son eternas e inmutables. La misión del ser humano es aprender a desprenderse de su mundo de ilusiones para acceder a este otro universo. Las percepciones sensibles sólo nos mantienen del lado de las sombras. Sólo dan vagas impresiones de la realidad. El mundo sensible no es entonces más que una copia muy imperfecta del más allá o del mundo ideal. Para Platón, el ser humano puede acceder a lo inmutable o a lo que él llama “ideas perfectas” a través del misterioso vehículo que es el alma.

El alma ya ha vivido en la otra vida y conoce inmediatamente el mundo de las “formas-modelo”. Se reencarna a través del vehículo de la razón y lo utiliza para manifestarse. El pensamiento es un vínculo fiable entre el ser humano y su alma, mientras que sus sentidos y percepciones le engañan constantemente.

El mundo según Aristóteles

Aristóteles fue alumno de Platón. Sin embargo, a diferencia de su maestro, dio prioridad al mundo de los sentidos para obtener información sobre el universo que le rodeaba. La belleza se despliega ante los ojos de quien sabe mirar; no la transmite la razón. La contemplación tiene lugar a través de los sentidos, que Aristóteles no ve como una servidumbre, sino como un don natural que nos permite comprender mejor el mundo, el universo en el que vivimos.

Aristóteles era más realista que utópico. Observó la naturaleza y se mantuvo fiel a este “bajo mundo” haciendo un inventario metódico de lo que estaba a disposición de los seres humanos. Utiliza su razón no para encontrar un mundo metafísico, sino para tratar de encontrar orden en el mundo que le rodea. Compara las ventajas y los inconvenientes de lo que observa en toda su sencillez.

Aristóteles valora el mundo de los sentidos. Se pone a cuatro patas para estudiar los peces, las ranas, las violetas… Este filósofo de los hechos quiere comprender cómo todo se ordena, se genera, se enlaza, se estructura y se organiza. Quiere comprender de qué forma todo evoluciona y desaparece. Le asombra la diversidad del mundo, su riqueza sensible e imprevisible, sus innumerables formas. Le asombra el conjunto de los hechos organizados, esa constelación de hechos coherentes e interdependientes que se complementan y equilibran. Se sentía atraído por las virtudes de la naturaleza, y describía a los seres humanos como “animales parlantes”.

Esencialmente, Aristóteles se opone al concepto mismo de verdad. Platón, hombre de ideas, quería contemplar en los cielos los modelos perfectos, eternos e inmutables que sólo podían alcanzarse a través de los ojos del alma. Por su parte, Aristóteles, hombre de hechos, quería comprender la dimensión universal que mejor representaba la realidad tal como es, con las leyes naturales del orden de las cosas, las leyes del mundo y del universo, sin derivarla en nombre de un principio externo o superior. En resumen, mientras su maestro buscaba una verdad preexistente, Aristóteles trataba de demostrar la verdad en la que vivía. Son sus sentidos los que le permiten captarla directa, puramente, y no su razón.

Platón era social y políticamente utópico, incluso extremista, próximo a querer ver la sociedad transformada en un sistema totalitario, mientras que Aristóteles era más bien un realista con tendencias moderadas; un reformador, pero también preocupado por no alterar radicalmente el orden social. Estos dos filósofos ilustran la relación entre estos dos mundos: el de la razón y el de los sentidos.

ACERCA DE DENIS GAUTHIER Y PIERRE BRULÉ

Denis es filósofo y Pierre, psicólogo. Ambos tienen un MBA realizado en universidades del Quebec. Se conocieron durante un curso de filosofía en la Université du Québec à Trois-Rivières y son coautores del libro “Vernos de forma diferente: La conciencia y su poder”. Amantes de la naturaleza, de los seres humanos y de los desafíos, se lanzaron en la aventura de escribir juntos esta crónica espiritual.

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